El director general de la FAO, Jacques Diouf, reflexionaba en voz alta sobre las razones del hambre en el mundo. El buen señor ponía una cifra para erradicar de la faz del planeta la hambruna. 30.000 millones de dólares anuales para solucionar permanentemente esta verdadera crisis humanitaria. Cualquiera que conozca mínimamente el funcionamiento de la economía mundial se habrá dado cuenta de que tan sólo en las medidas anti crisis financiera creadas durante los últimos 12 meses en Europa, esa cifra se habría superado con creces. Ni que decir que tiene que el gasto en inversión armamentística y el coste de las guerras del imperio (bien sea yankee, ruso o chino) ya alcanzarían para llenar de grano e infraestructuras a todos los pueblos del planeta durante decénios. Diouf alegaba que en realidad el problema no se encontraba en el dinero o en la distribución, ni el intermediario. Sino en las prioridades de las sociedades desarrolladas. El actual sistema económico y social está diseñado para que permitir que casi 900 millones de personas vivan como infraseres, ya que buena parte del aprovechamiento de los recursos energéticos y económicos de las multinacionales y de los pasíses ricos se sustemtan en esta situación. Cuaquiera que piense que este es un pensamiento demagógico se equivoca de plano. O es que acaso la vida de una persona en Bangladesh, bajo los prismas humanísticos y democráticos que tanto esgrime el mundo desarrollado, tiene menos valor.
El hambre es un tema tan manido y estancado por los estrepitosos fracasos de todas las iniciativas propuestas, que sacarlo a colación de nuevo puede producir al lector una poderosa sensación de hastío y hartazgo. Pero estoy seguro que al hacer la extrapolación de esas sensaciones hacia los pensamientos de una de esos millones de personas que llevan toda su vida viviendo bajo el estigma del hambre, nos debería hace cambiar el punto de vista y reflexionar, otra vez, sobre la que debería ser la primera prioridad política y económica global.
Ponernos en la piel de aquellos que ven morir a sus hijos de desnutrición y que están condenados, durante toda su existencia, a la incertidumbre de no saber que van comer durante el día es algo inimaginable para nosostros y no lo desearíamos al peor de nuestroes enemigos. Este hecho, que nos parece tan lejano debería motivarnos para pedir a nuestros gobernantes que se movilicen y pongan las medidas necesarias para afrontar este problema de manera veraz y contundente. Porque la universalidad de los derechos no pueden depender del espacio geográfico donde vives, como ocurre actualmente.
También debería ser un toque de atención para nuestra sociedad el que tan sólo una pequeñas ONG’s y organizaciones políticas de signo religioso, como SAIN (ojo con estos), tengan la valentía de considerar este como el primer problema del planeta. Acción global y organización para luchar contra el hambre
miércoles, 10 de diciembre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Estamos en contra del hambre; sólo un detalle; SAIN no es ONG; sino Partido que nace de MCC; que es grupo apostolico de la Iglesia Católica.
Publicar un comentario